La delincuencia cotidiana y el crimen organizado siguen avanzando a lo largo y ancho del país, sin que haya una reacción adecuada de parte del Estado, cuyas instituciones en muchos casos actúan como cómplices del delito: Una Policía atravesada por la corrupción, un Poder Judicial cuyas decisiones casi siempre están del lado del “más fuerte” y un Poder Ejecutivo incapaz de tomar las medidas necesarias para enfrentar la inseguridad ciudadana. 

Frente a este escenario, algunos políticos y líderes de opinión comienzan a hacer eco del malestar ciudadano y proponen medidas draconianas, como la pena de muerte o encargar a las Fuerzas Armadas las labores de patrullaje callejero. Estas iniciativas son aplaudidas por la gente, que está asustada, a la vez que harta de la delincuencia.

Y el hartazgo no es buen consejero. Por ello es que campañas como “Chapa tu choro y déjalo paralítico” y sus variantes comienzan a ser parte de un “sentido común” que empata con una cultura urbana emprendedora, que asume que “si el Estado no resuelve el problema, lo resuelvo yo”. Y no hay que olvidar que debido a la debilidad del Estado en zonas rurales, son las comunidades y las rondas campesinas las que hace muchos años ejercen la justicia, bajo el amparo de la ley.

El problema es que ni la justicia popular ni la pena de muerte o las Fuerzas Armadas son soluciones reales a los problemas de inseguridad; no solo porque estas sean formas que lo único que generan es más violencia –sea del Estado o de la ciudadanía-, sino porque no estamos hablando solo de delincuentes comunes que roban al paso una cartera o un celular, sino de organizaciones criminales muy bien estructuradas, que no tendrán problema alguno en mandar a matar a quienes se crucen en su camino.

Por ello, en Noticias SER consideramos que a la criminalidad organizada y a la delincuencia solo se las podrá enfrentar cuando el Estado peruano dote de los recursos necesarios a la Policía Nacional del Perú y haga la necesaria purga y depuración que esta necesita, ya que mientras la corrupción esté instalada ahí, nada se podrá hacer. Cualquier otra propuesta, como hacer justicia por mano propia o sacar al Ejército a la calle o instalar la pena de muerte, no es más que bravuconería y demagogia pura.