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Julio Cotler, una puerta siempre abierta

Publicado: 2012-04-17

Por: Rodrigo Barrenechea (Investigador IEP)

El día jueves 12 de este mes, Julio Cotler cumplirá 80 años de vida. La suya ha sido y es una vida destacada, que transcurre entre el mundo académico y su conocido rol como intelectual público. Sobre ello han escrito antes varios académicos, y lo han hecho mejor de lo que yo podría. (1) Antes bien, en este espacio quisiera compartir mi experiencia personal –y por ello intransferible- con Julio Cotler durante mis años de trabajo en el Instituto de Estudios Peruanos. Quiero compartir la grata sorpresa que fue para mí conocerlo y el gusto que ha sido desde entonces intercambiar con él durante estos años.

El Perú es un país de fuertes jerarquías, qué duda cabe. Se trata de una sociedad en la que las posiciones no se ocupan, sino que se ostentan. Recuerdo alguna vez haber leído un manual de comercio exterior titulado “Cómo hacer negocios con peruanos”, en el que se advertía con sensibilidad antropológica y practicidad empresarial que los peruanos gustábamos de exhibir el poder cuando lo teníamos, y demostrar nuestra superioridad a los subordinados. “No se sienta incómodo si un gerente hace exhibición de su poder, ellos no lo consideran de mal gusto”, rezaba el manual. Acaso se trate de una herencia colonial. Como sea, el trato entre “los de arriba” y “los de abajo” suele estar marcado por la rigidez, las demandas de reverencia y la falta de empatía.

Portada de Clases, Estado y nación en el Perú de Julio Cotler

Estas eran las normas y costumbres en las que fui socializado, y así estaba yo programado cuando conocí a Julio Cotler, a mis 22 años. Debía incorporarme a un equipo de investigación coordinado por él y se trataba de una de mis primeras experiencias laborales. Recuerdo mi nerviosismo al entrar a su oficina por primera vez y al estrechar su mano. Mi imagen mental de aquel intelectual estaba marcada por la importancia de su célebre “Clases, Estado y Nación en el Perú” y por las continuas entrevistas en las que aparecía haciendo juicios severos sobre la política y la sociedad peruanas. Era una imagen ciertamente intimidante.

Sin embargo, durante mi trabajo descubrí que Julio no deseaba alentar en absoluto esa imagen y ciertamente mostraba poco interés por ser reverenciado. En general, parecía no tomarse en serio el lugar que el resto le atribuíamos. Jamás se mostraba interesado en hacer valer el peso de su posición o su prestigio, ni mostraba actitudes de autosuficiencia. Por el contrario, descubrí con sorpresa que tenía un genuino interés por escuchar opiniones, por entender puntos de vista ajenos y por no abandonar el asombro y la curiosidad para acercarse a la realidad que se le exponía, ni siquiera si esta provenía de un joven de 22 años.

Durante el homenaje que, casi contra su voluntad, le rindió el IEP el martes último, Martín Tanaka señaló que en el Instituto se comenta frecuentemente que Julio no tiene discípulos, pues no tiene interés en acumular seguidores ni académicos que sean el eco de su propia voz. Por el contrario, su interés parece ser que cada quien encuentre su camino, al margen de si discrepa de la dirección que se toma. Así, no busca tener discípulos, sino pares. Yo añadiría, además, que él no encuentra a estos pares  esperando a que sus interlocutores se conviertan en tales, sino convirtiéndose el mismo en un semejante.

Cinco años han pasado desde que lo conocí por primera vez. Desde entonces, para mi se ha vuelto una gustosa costumbre visitar la oficina de Julio. Sea para pedirle su opinión o simplemente de paso al ir a buscar un café, dando unos golpes en el marco de esa puerta que siempre se encuentra abierta. He intercambiado con él sobre artículos académicos, sobre la coyuntura política y sobre mi vida personal. Sobre mis preferencias teóricas, mis dilemas políticos y mis planes profesionales. En ese camino, me impulsó a seguir investigando, a continuar con mi carrera profesional, a creer en mis propias capacidades y a creer en mí a secas. Con su apertura y su trato igualitario, Julio me ha enseñado lo que realmente significa ser grande. Y aunque jamás me consideraría su discípulo, siempre lo consideraré a él un maestro.

Notas:

1)    Ver, por ejemplo, el discurso del politólogo Martín Tanaka en la entrega del doctorado Honoris Causa de la Pontificia Universidad Católica del Perú (http://www.revistargumentos.org.pe/otorgamiento_del_doctorado_honoris_ca...) o el texto del historiador Marcos Cueto, con ocasión de la entrega del premio Kalman Silvert 2012, otorgado por la Asociación de Estudios Latinoamericanos (http://www.revistargumentos.org.pe/aportes_y_trayectoria_del_doctor_juli...)


Escrito por

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