Martín Chambi y la memoria visual del país
José Ragas
Hace unas semanas estuvo de visita aquí en Davis, California, Teo Chambi, nieto del famoso fotógrafo Martín Chambi (1891-1973). Conocí a Teo un año atrás cuando tuve la oportunidad de viajar a Cusco con un grupo de alumnos de varias universidades de California. En ese entonces, Teo nos recibió en el local que ha conseguido para recrear el estudio de su abuelo, cerca a la Universidad San Antonio de Abad, y en el cual se ha logrado conservar casi la totalidad del patrimonio, en lo que respecta a los aparatos y a las placas de vidrio. Ahí llegan los curiosos y los interesados en conocer la obra de uno de los artistas fundamentales del siglo XX peruano.
No es raro que se identifique a Chambi como cusqueño, pues gran parte de su obra se desarrolló ahí. Lo cierto es que su biografía es un resumen vivo del circuito sur-andino que las fronteras nacionales y departamentales no habían podido detener. Puneño de nacimiento, Chambi descubrió su vocación en las minas de la Santo Domingo MiningCompany, en Carabaya, lo que lo llevaría a estudiar fotografía en el estudio de Max T. Vargas, padre de los afamados hermanos Vargas. De ahí se mudaría a Sicuani, para luegoprobar suerte en Cusco en 1920 y ahí se quedaría por los siguientes cincuenta años en su estudio de la calle Marqués. Mantendría, además, vínculos permanentes y estancias en La Paz y Santiago de Chile, además de Buenos Aires, donde envió a estudiar a sus hijos.
Junto con otros fotógrafos, algunos tan conocidos como él y otros anónimos, lograron retratar la evolución de la Ciudad Imperial y, más importante aun, de la gente que lo habitaba y lo sigue habitando. Cuesta trabajo pensar en que esa ciudad que observamos a través de las fotos de Chambi refleje una tranquilidad que contrasta con la vibrante ciudad que conocí precisamente cuando se celebraba el primer centenario del “descubrimiento” de Machu Picchu. Pero son en las personas en donde se notaba su estilo insuperable. Si se buscara un símil, podríamos decir que Chambi es a la fotografía lo que Julio Ramón Ribeyro representa en la literatura.
Chambi siempre trató de estar a la vanguardia. En lo que puede ser una ironía, nunca le gustó la fotografía a color. Y viendo su trabajo uno puede más o menos deducir por qué: los juegos que hace de luces y sombras hicieron que manejara de manera asombrosa esa vasta gama de grises, que acentúa la imagen melancólica y pétrea de los personajes que posaron para su lente. En el tercer piso de su estudio mandó construir un techo de vidrio, de modo que pudiese dominar la luz mediante un mecanismo de cortinas. Tampoco faltaba el balón de oxígeno para las aerografías, en caso de que el cliente deseara escapar del blanco y negro y darle cierta tonalidad a su retrato.
En buena hora que el patrimonio visual del Maestro Chambi no se ha perdido, a diferencia de muchas otras colecciones que han sido depredadas, a veces ante nuestra vista e indiferencia. La cooperación internacional y el empuje de la familia Chambi han logrado preservar esta parte importante de la memoria visual del Perú. Se trata de un proyecto familiar, en todo el sentido de la palabra: Teo y su esposa Jenny se encargan de conseguir financiamiento y tocar puertas en museos, bibliotecas y universidades para presentar la obra de su pariente, mientras los bisnietos digitalizan las placas de vidrio en Cusco.
Al igual que Chambi, otros grandes fotógrafos alimentaron nuestro conocimiento visual del país, como Eugene Courret, Rafael Castillo y Carlos “Chino” Domínguez (Lima), Juan Manuel Figueroa Aznar (Cusco), los hermanos Vargas (Arequipa) y Baldomero Alejos (Ayacucho), entre otros. También debemos incluir experimentos interesantes, como el Taller de Fotografía Social (TAFOS) y la Fototeca Andina del Centro Bartolomé de las Casas. Y por supuesto, otros, menos conocidos, como los fotógrafos ambulantes que están desapareciendo ante el avance de las cámaras digitales y la impaciencia por tomarse miles de fotos a uno mismo en vez de quedar fijados ante una cámara profesional y verse en papel fotográfico, como debe ser.
Es esta misma tecnología, que aspiraba a durar y vencer lo efímero, la que nos permite disfrutar del legado de Chambi: miles de placas de vidrio que han sido preservadas en condiciones adecuadas, equipo técnico de la época, y otros cientos de documentos del Maestro, que varían entre recortes periodísticos, recuerdos y objetos personales no menos valiosos. La familia Chambi viene haciendo gestiones para adquirir el que fuera el local original donde estaba el estudio fotográfico. Mientras, ha puesto al acceso de los especialistas su enorme archivo, el mismo que viene difundiendo en el exterior y que me permitió conocerlo aquí en California.
Para conocer más sobre su obra y legado: http://martinchambi.org/
Más noticias en: