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Abuso sexual a niñas: Yo sí les creo

Por Rosa Montalvo Reinoso

Publicado: 2014-02-23

Fue a los 16 cuando Beatriz decidió contarle a su amiga lo que le pasaba desde niña, lo del cariño excesivo de su padre que la visitaba en las noches para contarle cuentos de hadas y duendes mientras le levantaba lentamente su pijamita y la tocaba. Conoció así la historia de la Cenicienta y la de Blancanieves y los siete enanitos, convencida de que así debía ser el amor de cualquier padre.

Mientras crecía empezó a sentir que algo no estaba bien en esa historia y no dejaba de preguntarse por qué su padre le hacía esas cosas, de las que a sus amigas nunca había oído hablar pese a las confidencias que se hacían en relación a los primeros besos y los primeros noviecitos. Un día decidió contarle a su madre lo que le pasaba y entre lágrimas le dijo que su padre la tocaba y le hacía cosas, sin atreverse a nombrarlas. Su madre no le creyó, le dijo que era una puta provocadora, que se creía muy linda y que se vaya de la casa. Así fue como ella, a los 16 años, abandonó la casa de la madre a la primera oportunidad que un novio mayor con el que salía le propuso fugarse. Sólo se llevó una pequeña maleta y la convicción de que apenas pudiera salvaría a su hermana, a quien el padre había comenzado a visitar por las noches mientras su madre dormía, o por lo menos parecía dormir profundamente. Es que hablar del abuso sexual cuando eres una niña o niño no es algo que sea fácil. Mantienes el silencio por miedo, por culpa, porque el abusador te hace creer que es tu responsabilidad, como si tú a los 7, 10 o 15 años lo hubieras provocado.

Hace unos días este hecho vino a mi memoria cuando la prensa nacional e internacional difundió la revelación que hizo Dylan Farrow, la hija adoptiva de Woody Allen, uno de los más famosos cineastas del mundo, cuyas realizaciones siempre han despertado la admiración de mucha gente, y que sacudió a quienes conocían su trayectoria. En su carta, Dylan acusa a su padre de haber abusado de ella cuando pequeña. “Me hablaba mientras lo hacía, susurrando que era una buena niña, que éste era nuestro secreto, prometiendo que iría a París y sería la estrella de sus películas. Recuerdo mirar fijamente ese tren de juguete, concentrándome en él mientras daba toda la vuelta en el ático. Incluso hoy no aguanto los trenes de juguete”, dice en su misiva.

Se dieron posiciones confrontadas entre quienes no dudaban en creerla y quienes decían que mentía. El cineasta, por su parte, ha negado que esto haya sucedido y atribuido que la acusación sería una manipulación de la madre. Sin embargo, es difícil pensar que a los 28 años, una mujer cuente públicamente una dolorosa vivencia por manipulación, más aún cuando los indicios de que ha intentado escapar de su propia historia se reflejan en que cambió de identidad.

Más allá de este caso, lo cierto es que el abuso sexual de padres a hijas especialmente es más extendido de lo que se sabe, porque goza de la impunidad del silencio, y la vergüenza. Un estudio realizado por el Ministerio de la Mujer señala que para el período comprendido entre enero y diciembre del 2010:

“… el abuso sexual en el grupo de 0 a 5 años tiene como responsable a un familiar en el 51% de los casos; en el grupo de 6 a 11 años en el 45% y en el grupo de adolescentes el 43% presenta esta misma característica. El abuso sexual incestuoso, constituye aproximadamente el 50% de los casos de violencia sexual reportados al CEM por menores de 18 años. Dentro de esta categoría destaca por su frecuencia el incesto padre – hija, o padrastro – hijastra”.[1]

Quizá el abuso más difícil de denunciar,e incluso de asumir, es el de padre a hija, por lo desestructurante que puede ser que los vínculos afectivos y de protección dejen de existir, que la hija constate que quien estaba llamado a protegerla es quien le hace daño. Hablamos de hija porque, según el informe citado, los hallazgos del estudio permitirían afirmar que “las adolescentes mujeres son las más afectadas por este tipo de violencia”.

Asimismo, cuando el abuso se produce en el entorno familiar e íntimo es muy complicado determinar exactamente cuándo comienza, pues la línea puede presentarse en un principio difusa entre las demostraciones de afecto propias de padre a hija y los avances a situaciones que pudieran considerarse abuso, que se van dando en el tiempo. El abuso suele durar mucho tiempo, como lo relata Dylan en su carta:

“Desde que tengo memoria, mi padre me había estado haciendo cosas que no me gustaban. No me gustaba la frecuencia con la que me alejaba de mi madre, hermanos y amigos para estar a solas con él. No me gustaba como me metía el pulgar en la boca. No me gustaba que me hiciera meterme con él en la cama bajo las sábanas cuando estaba en calzoncillos. No me gustaba cuando ponía su cabeza en mi regazo desnudo e inspiraba y expiraba”.

Una de las situaciones más dramáticas es la que se produce cuando la madre, como en el mencionado caso de Beatriz, conoce del abuso y se hace cómplice, cuando calla, supuestamente para salvar el hogar, por miedo a perder la seguridad económica o por miedo a perder a la pareja, e incluso para dejar ella de sufrir la violencia del marido ofreciendo como en sacrificio a la hija, lo cual sin duda incrementa el daño y el impacto a largo plazo en las víctimas.

Por el nivel del secretismo que tiene el abuso sexual en la familia, son pocas las veces que esto salta a la palestra pública cuando se trata de personas comunes y corrientes y no de cineastas famosos o de presidentes, como Daniel Ortega, a quien también su hijastra acusó de haber abusado de ella. Es generalmente cuando el abuso va acompañado de otros delitos que tenemos estas noticias en la prensa nacional. Éste fue el caso, por ejemplo, de Hugo Salazar, que, al enterarse de que su hija de 19 años, de quien abusaba desde que era menor de edad, tenía enamorado, la asesinó, dejando una carta a su menor hijo, en que intentaba explicar el horror de sus actos. “Hijo, perdóname, ahora que eres jovencito debes saber este problema. Con tu hermana hemos pecado en grande. Yo quería que me disculpe, que me perdone, pero ella no comprendió...” [2] , escribió, como si esto pudiera comprenderse, como si fuera posible dimensionarlo que para una niña o adolescente entraña el abuso que se comete contra ella, donde la asimetría de poder no deja espacio para hablar de consentimiento, como a veces los abusadores argumentan y que se nota en el “hemos” que el padre abusador y asesino utiliza, como dándole la misma responsabilidad de estos actos a la hija.

En ocasiones, el abuso se descubre por casualidad como fue el caso de una joven cuyo hermano, al querer bajar música del USB de su padre, Jorge Ortiz del Pino, descubrió que éste registraba imágenes del abuso a su hija para venderlas en el mercado de la pornografía.[3] Que era un “sujeto amable que vivía en casa de su madre”, dice una vecina y es que, contrariamente a lo que se piensa sobre los abusadores de niñas, niños y adolescentes como pervertidos, sucios y mal vestidos, la mayoría son aparentemente buenas personas, buenos padres, buenos trabajadores y pueden tener cualquier edad y profesión.

El abuso sexual en la familia es algo de lo que cuesta hablar y denunciar por lo que todavía permanece invisibilizado, negado, colocado entre las cosas que más avergüenzan y por lo tanto son silenciadas. Por ello, cuando una niña, adolescente o mujer se atreve a hablar de experiencias tan dolorosas, como dice Beatriz Gimeno:

“El primer deber de una sociedad ante una denuncia por abuso sexual en la infancia es creer a la víctima y no culpabilizarla, porque los números, la experiencia, lo que sabemos de la prevalencia de estos delitos, nos indica que es muy posible que sea verdad. Hay muchas, muchísimas más violaciones que no se castigan que denuncias falsas de violación; en una proporción incomparable.” [4]

Creerles, acompañarlas, apoyarlas en el duro proceso de romper el silencio es fundamental. Exigir que se desarrollen programas desde las diversas instancias estatales que ofrezcan la posibilidad de que nuestras niñas y niños y adolescentes también puedan encontrar la confianza y acogida para poder hablar de lo que están viviendo es fundamental, como es prioritario que se debata más en la sociedad y se asuma que esto pasa en nuestras familias, arruinando la vida de tantas mujeres, todos los días, toda la vida.

Notas:

1.Teresa Viviano Llave, Abuso sexual: Estadísticas pára la reflexión y pautas para la prevención. Ministerio de la mujer y poblaciones vulnerables, 2012. http://www.mimp.gob.pe/files/programas_nacionales/pncvfs/libro_abusosexu...

2.“Mata a hija con quien tenía una relación incestuosa”, La Républica, 30 de diciembre del 2006.

http://www.larepublica.pe/30-12-2006/mata-hija-con-quien-tenia-una-relac...

3. “Historia de un incesto - Programa ‘El Dominical’ de Panamericana, video publicado por la Red Peruana contra la Pornografía Infantil, 28 de abril del 2012. http://www.youtube.com/watch?v=F9lbKAVj-sY

4. Beatriz Gimeno, “Cosas que a lo mejor no has pensado sobre el caso Woody Allen”, eldiario.es, 4 de febrero del 2014. http://www.eldiario.es/zonacritica/Cosas-mejor-pensado-Woody-Allen_6_225...


Escrito por

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Una publicación de la Asociación SER


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