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Lucanamarca, 31 años después…

Por María Eugenia Ulfe - Vera Lucía Ríos

Publicado: 2014-04-03

(El siguiente texto fue publicado en Noticias SER.pe el año pasado, cuando se cumplieron 30 años de la matanza de Lucanamarca, la masacre de 69 campesinos perpetrada por Sendero Luminoso en el pueblo de Santiago de Lucanamarca, Ayacucho, el 3 de abril de 1983. Lo reproducimos en un aniversario más de tan luctuoso suceso).

Tiene una historia larga que puede trazarse hasta antes de tiempos de la colonia. Sus pobladores sienten orgullo por sus apellidos de origen local. Ahí brillan los Allcahuaman y su alcurnia de caciques, los Huaripaucar, Allaucca, Huancahuari, Quincho, Curitumay, entre otros. Sus nombres están asociados a grandes estancias de ganado y propiedades de tierra. Forman una elite local muy fuerte preocupada siempre por sacar adelante su pueblo y educar a sus hijos. Muchos estudiaron para abogados o maestros. Otros fueron artistas retablistas que se quedaron en el pueblo para satisfacer la demanda local de retablos para los rituales de marcación de ganado. Después uno de estos artistas y el pueblo en general se encargaron de restaurar la iglesia y la plaza; de limpiarlas de la sangre de sus paisanos ahí asesinados el 3 de abril de 1983.

Los eventos sucedidos hace treinta años en Lucanamarca (3 de abril del 1983) colocaron en el mapa geopolítico nacional a esta comunidad y distrito de la provincia de Huancasancos en Ayacucho. Pero su nombre quedó atado al hecho. No en vano cada vez que ronda el fantasma senderista, el nombre Lucanamarca vuelve al espacio público. Y es citado constantemente por periodistas, políticos y reportajes de medios de comunicación. Es un vocablo que en este camino se estereotipa en su contenido. No se genera una empatía ni curiosidad por conocer a estos pobladores, no hay apoyo ni solidaridad. Se genera terror. Tanto es así que en una reunión con autoridades de Huancasancos, estas nos referían a que ahí habían sucedido hechos más dramáticos que aquellos dados en Lucanamarca. Para estas autoridades su historia es desconocida por los demás. Solo brilla Lucanamarca. Sin embargo, en Lucanamarca no saben que se habla de ellos. Ese termina siendo un asunto de Lima. Los dilemas de la historia y las pugnas de la memoria tienen sus propios derroteros. Tienen sus usos y propias valoraciones y contenidos morales que se entrecruzan con expectativas de progreso, desarrollo y ciudadanía. Hoy también fue una grata sorpresa participar en esta reunión en Huancasancos y escuchar que no quieren programas asistencialistas ni tampoco investigaciones que se basen en hechos que sucedieron sino en conocer su historia para aprender de ella y que les sirva para el futuro. Para ellos el trabajo de la CVR se limitó a marcar hitos y momentos pero quieren conocer la relación de estos con una historia más compleja que no se base en acontecimientos aislados, sino que muestre procesos sociales. Pero procesos sociales no en el sentido de los libros que distribuye el Ministerio de Educación como textos escolares para alumnos de quinto de secundaria.

¿Cuánto se conoce de la historia de Lucanamarca o Huancasancos? ¿Cuánto se conoce, en general de la historia de las comunidades y del momento cuando comienza su exclusión de la historia nacional?

El Informe final de la CVR nos deja una reflexión sobre la relación conflictiva, tensa e ineficaz del Estado con sus poblaciones locales. Esa relación está además cargada de imágenes e imaginarios que asientan la idea de raza en un espacio geográfico y establecen una distancia cultural que es muchas veces mayor que la propia territorial. Lucanamarca no es ni ha sido una comunidad y distrito aislado en este país. Los recorridos e itinerarios de sus pobladores nos muestran qué poco conocemos sobre estas comunidades. Cuentan con una Asociación de Residentes en Ayacucho que data desde mediados del siglo XX. Siempre han tenido presencia del Estado a través de la oficina de registros públicos cuyo ex - encargado, Teófanes Allcahuaman, con orgullo una vez nos dijera que ahí había laborado veinticinco años. El juez de paz sigue como instancia mediadora sobre todo en los conflictos familiares. El municipio fue creado en 1962 y las comisiones para la creación del colegio fueron y vinieron pero su aprobación final solo se dio después de la masacre del 3 de abril de 1983. Es decir, tuvo que darse el hecho de sangre para que esta comunidad y distrito fuese puesta en el mapa y se aprobase un petitorio que tenía más de cinco años de trámites. Es más, la masacre ocurrió un mes después de la de los periodistas y su guía en Uchuraccay. Una mirada a los titulares de los principales periódicos de la fecha nos muestra que el hecho se dio a conocer tres días después y las cifras de fatalidades eran distintas a aquellas reveladas por COMISEDH en un informe interno a la CVR.

¿Por qué si en ese momento la noticia no era relevante, aparecía pequeñita en secciones sin mayor importancia, ahora cobra relevancia? Una respuesta está en la propia CVR. Fue el caso que dieron a conocer primero con la publicación de un boletín que resumía los hechos y narraba las exhumaciones. Pero otra respuesta y más compleja aun está en el propio Estado y en los medios de comunicación, en los usos y abusos de la memoria.

No es gratuito que el año pasado el presidente Ollanta Humala, con fecha pospuesta (porque no llegó a coincidir con el aniversario 29 de la masacre) eligiera Lucanamarca como lugar para relanzar el programa de reparaciones. ¿Y, qué se hizo? Se apuraron los trámites de las reparaciones económicas colectivas de todos los anexos del distrito. ¿Qué genera esto? Mucho malestar, sobre todo con sus vecinos de Sacsamarca y Sancos. Ni qué decir de aquellos otros lugares que no son mencionados y también fueron duramente golpeados durante el conflicto armado interno. Es ahí que la condición de víctima –y ser más víctima-- se vuelve un terreno de disputa.

Los lucanamarquinos esperan que una verdadera inclusión en el Estado. Que no solo se dé a través de programas sociales para pobres que los hace muchas veces sentirse más pobres. Cuando su levantamiento frente a Sendero Luminoso –posterior a aquel de Sacsamarca y Huancasancos- debe verse como un despliegue de una forma de ejercer su propia ciudadanía. Ante un Estado que sabían llegaría tarde, optaron por sublevarse y retomar el control de sus cargos públicos. La respuesta del Estado fue la instalación de bases militares en Huancasancos y de una comisaría en Lucanamarca. Y la intervención de las Fuerzas Armadas en el dictado de las clases en los colegios secundarios de la región.

Hoy participaremos en la conmemoración de los treinta años. Al preguntar qué eventos se realizarán con motivo de la ceremonia, sin muchas expectativas el presidente de la comunidad Edgar Huancahuari nos dice que “será lo mismo, es así todos los años”. Refiriéndose de un lado a la acción cívica y a la romería al cementerio que se dará como homenaje a los caídos, pero también a que la situación de la comunidad y distrito está igual: siguen sin ser reconocidos como ciudadanos con plenitud de derechos y deberes.


Escrito por

noticiasser

Una publicación de la Asociación SER


Publicado en

El blog de Noticias SER

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