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Los desafíos de Lima, la metrópoli peruana en medio del desierto

Por: Emily Espinoza, KLima Reporteros

Publicado: 2014-12-02

Entre el Océano Pacífico y la cordillera de los Andes, se extiende una angosta franja de tierra que une dos desiertos: el de Atacama, situado al sur, en Chile, y el de Sechura, ubicado al norte, en el Perú. En la costa central de este árido territorio, se encuentra Lima, la segunda ciudad más grande ubicada en un desierto, después de El Cairo. 

Pero, a diferencia de la urbe egipcia, Lima Metropolitana* cuenta con menos del uno por ciento del caudal del río Nilo para cubrir el 80% de su demanda de agua potable. Entre la sequía, el cambio climático y la necesidad de un desarrollo sostenible, ¿en qué estado se encuentra y a qué desafíos se enfrenta esta mega ciudad?

ANTES DE LA SOSTENIBILIDAD

Sofía Castro, economista y especialista en Desarrollo Ambiental, explica que una ciudad es sostenible cuando utiliza sus recursos de manera inteligente: “Se asegura que las necesidades de las generaciones actuales sean satisfechas, pero siempre teniendo en cuenta las demandas que tendrán las generaciones futuras”.

Castro, quien es investigadora del Instituto de Ciencias de la Naturaleza, Territorio y Energías Renovables (INTE-PUCP) lideró en Lima al equipo que llevó a cabo el estudio “La economía de las ciudades bajas en carbono y resilientes al clima” (1), considera que antes de emprender el camino para ser una ciudad sostenible, Lima debe alcanzar condiciones previas o habilitantes: convertirse en una ciudad resiliente al clima y reducir sus emisiones de CO2.

Así, el primer desafío para la capital peruana gira en torno al uso del agua. Según la Autoridad Nacional del Agua (ANA), hasta el día de hoy, alrededor del 40% de los glaciares del Perú se ha derretido. Esto significa que es necesario desarrollar una planificación hídrica idónea para enfrentar, a corto plazo, el arribo de una gran cantidad de agua y, en el futuro, el déficit de este recurso.

Este desafío se suma a la crítica situación que viven ya un millón y medio de limeños, que aún no cuentan con los servicios de agua en sus viviendas y deben comprarla a proveedores que la trasladan en camiones cisterna. Según un vocero del movimiento Peruanos Sin Agua, “la población no atendida paga hasta 10 veces más que la tarifa del Servicio de Agua Potable y Alcantarillado de Lima (Sedapal) por el metro cúbico de agua”.

El segundo desafío se refiere, por un lado, al uso de la energía. A la luz del informe elaborado por la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad Nacional Agraria La Molina, bajo la dirección de la Universidad de Leeds (Gran Bretaña), la capital peruana, además de concentrar la tercera parte de la población total del Perú, aglomera actividades productivas, económicas y de servicios que constituyen alrededor del 50% del PBI nacional. Esta realidad se traduce en una alta demanda de energía, que, de no regularse, aumentaría en un 79% para el año 2030.

Por otro lado, hace falta prestar atención a la emisión de gases de efecto invernadero, especialmente de CO2. Lima es una ciudad altamente contaminada y, si el escenario actual se mantiene, el incremento de CO2 para el año 2030 será de un 82%. Actualmente, las mayores emisiones de este gas provienen del sector transporte, la industria, los edificios comerciales y residenciales, los residuos y las aguas residuales.

“El smog en Lima es terrible”, comenta Manuel Zambrano (37), quien vive en el distrito de Los Olivos. “Otro gran problema es la basura. Hay muchos lugares donde esta y el hedor son insoportables. Por ejemplo, en el Centro de Lima, específicamente en las avenidas Pocitos y Alfonso Ugarte”, refiere.

MANOS A LA OBRA

Abordar estos desafíos es posible. De hecho, existen medidas que, además de combatir los efectos del cambio climático y contribuir al desarrollo sostenible de la ciudad, generarían, gracias al ahorro económico, ingresos para el Estado, el sector privado y las familias.

Al respecto, Castro explica que dos de las diez medidas más atractivas de mitigación de gas invernadero parten tanto de cambios sistémicos como de acciones en la vida diaria. La primera medida es el reemplazo de las “combis” por omnibuses que cumplan con los estándares EURO IV, como los que ya son utilizados en el Corredor Azul, como parte del Sistema Integrado de Transporte para Lima Metropolitana.

Según la economista, este cambio también sería aceptado socialmente, debido a los beneficios que generaría en términos de tiempo y salud. Yakelin Rojas, pobladora del distrito de Ventanilla, ocupa tres horas de su día en transportarse, de ida y vuelta, entre su casa y el salón de belleza donde trabaja: “Ya me acostumbré al trayecto, pero, a veces, me da miedo la velocidad con la que van las combis”, declara.

Por su parte, Sara Esteban, quien vive en San Juan de Lurigancho, comenta que, en la noche, puede demorarse hasta tres horas en retornar de las casas donde trabaja a la suya: “Además de la pérdida de tiempo, molesta el maltrato entre los choferes y cobradores, y los pasajeros. Cuando hay demasiado tráfico, algunos pasajeros que quieren llegar rápido, golpean la lata del bus y agreden al chofer. También los choferes y cobradores les faltan el respeto a los pasajeros”.

La segunda medida es el uso, en los hogares, de bombillas LED, que demandan menos energía y duran más tiempo que las incandescentes. “Es un cambio relativamente sencillo, que puede ponerse en práctica desde el hogar”, acota Castro. La meta es que, hasta el 2020, este reemplazo de focos reduzca el consumo actual en un 50% y, hasta el 2030, en un 100%.

En los hogares de Rojas y Esteban, ya todas las bombillas son de tipo LED. Además, ambas familias han asumido otros hábitos cuya finalidad es reducir el consumo de agua y energía. “En mi casa, solo prendemos la luz del cuarto donde estamos. También les digo a mi esposo e hijos que, cuando nos duchemos, solo utilicemos el agua cuando sea necesario”, detalla Esteban.

“Antes, cuando no existían los medidores en la zona donde vivo, las personas echaban el agua a la pista para limpiarla. Ahora que tenemos dichos instrumentos, todos calculamos qué cantidad de agua estamos consumiendo”, añade Rojas.

Las medidas para enfrentar la situación actual y futura de Lima pueden partir tanto de cambios sistémicos como de cambios en la vida diaria. “Pero, para llevarlas a cabo, se requiere de voluntad política y capacidad institucional”, sostiene Castro.

“Una ciudad tiene que utilizar sus recursos de manera inteligente. Las medidas que se pongan en marcha deben buscar el equilibrio de tres dimensiones: la economía, el desarrollo social y el cuidado del medio ambiente. Esta perspectiva asegura una ciudad ordenada, planificada, equitativa y ambientalmente responsable”, concluye.



Escrito por

noticiasser

Una publicación de la Asociación SER


Publicado en

El blog de Noticias SER

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